Hasta hoy el concepto «viviendas saludables» sólo formaba parte del imaginario de despachos de arquitectura no convencionales y de los pocos clientes interesados en habitar espacios que contribuyan a no perjudicar su salud (y en la mayoría de casos, tampoco al medio ambiente).
Desgraciadamente la pandemia del COVID-19 que estamos viviendo y la crisis sanitaria en la que ha sumido al país nos han abocado a diferentes fases de confinamiento que han encerrado, literalmente, a millones de personas en sus casas lo cual, entre otras cuestiones, nos plantea varias preguntas: Habitamos en viviendas saludables? Están preparados nuestros hogares para albergar personas durante 24 horas al dia? Y para que sean utilizadas para trabajar, cuidar niños, hacer deporte e incluso atender a enfermos? La respuesta a todas ellas es No.
Este post no se va a centrar en cuestiones de diseño y distribución de espacios para los nuevos usos a los que vamos a someter a las viviendas de ahora en adelante sino en los aspectos relacionados con la salud y bienestar de las personas que las ocupan.
La inmensa mayoría de edificios y viviendas que conforman el parque inmobiliario español no cumplen con la normativa del Código Técnico de la Edificación aprobado en 2006 (y revisado en 2013 y 2019).
El problema más importante de una vivienda con relación a la salud de las personas es la mala calidad del aire interior. Una ventilación inadecuada provoca la saturación del ambiente con altos niveles de CO2, acumulación de compuestos orgánicos volátiles nocivos procedentes del mobiliario, pinturas, materiales, revestimientos, detergentes y aerosoles, y favorece la proliferación de patógenos, virus y la formación de mohos superficiales. Una mala ventilación provoca afecciones como migrañas, mareos, irritaciones de ojos y mucosas, congestión de vías respiratorias, … Cuando un 20% de los ocupantes de un edificio presentan los síntomas citados nos encontramos con lo que la Organización Mundial de la Salud ha calificado como Síndrome del Edificio Enfermo (1).
En zonas urbanas o muy industrializadas la situación es más perjudicial al demostrarse una correlación directa entre los afectados y fallecidos por COVID-19 y los altos niveles de contaminación del aire exterior.
En época invernal el problema se agrava debido a que la gente abre menos las ventanas para ventilar para evitar la pérdida de energía con lo que la calidad del aire interior empeora todavía más incrementando así el riesgo de sufrir enfermedades.
En la actualidad ni la reciente actualización del Código Técnico de la Edificación prevé una ventilación mecánica forzada y unos niveles de hermeticidad que permitan una alta calidad del aire interior mediante la renovación constante del mismo y evitando las infiltraciones indeseadas a través de la envolvente del edificio.
Las casas pasivas incorporan sistemas de ventilación mecánica de doble flujo. Este sistema de ventilación extrae de forma contínua el aire viciado de las cocinas y los baños e introduce aire fresco desde el exterior al resto de estancias, actuando como intercambiador del aire exterior con el aire interior sin que éstos se mezclen. Los recuperadores de calor disponen de unos filtros que retienen las partículas contaminantes y mejoran considerablemente la calidad del aire que respiramos en nuestras casas. Estos filtros pueden ser especiales para determinadas partículas alergógenas como por ejemplo el polen o los ácaros. Además de garantizar una excelente calidad de aire interior, este sistema incrementa la eficiencia energética de la vivienda ya que, en invierno, la energía desprendida por el aire interior sirve para calentar el aire exterior que entra provocando un menor esfuerzo por parte del sistema de calefacción para alcanzar la temperatura de consigna lo que se traduce en un mayor ahorro energético. En verano, el sistema actúa de forma inversa: el aire interior ayuda a enfriar el aire exterior que entra en el sistema.
De este modo optar por una casa pasiva construida bajo el estándar Passivhaus, garantiza una excelente calidad de aire interior además de unos altos niveles en materia de eficiencia energética y confort.
Si además para construir utilizamos sistemas industrializados de madera y materiales naturales y ecológicos, y además los acompañamos de medidas como la protección contra el gas radón y la limitación de los campos magnéticos generados por las instalaciones eléctricas obtendremos viviendas saludables y totalmente respetuosas con el medio ambiente.
Si la revolución tecnológica y la crisis económica mundial vividas en lo que llevamos de siglo ya suposo un cambio de paradigma social y por ende para el sector inmobiliario, esta crisis sanitaria no le va ir a la zaga por lo que todos aquellos agentes intervinientes en el proceso de diseño y construcción de viviendas que no antepongan criterios de salud, confort y eficiencia energética quedarán fuera del mercado.
En Growing Buildings creamos edificos y viviendas saludables, confortables y eficientes, ya sea de obra nueva, como transformando y rehabilitando viviendas existentes, siguiendo el estándar “Passivhaus”
(1) Quien quiera profundizar en información sobre el síndrome del Edificio Enfermo recomendamos el capítulo 44 del libro “Calidad del aire interior de la Enciclopedia de Salud y Seguridad en el Trabajo” publicado por el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo escrito por Xavier Guardino Solá